SOBRE EL AUTOR

martes, 27 de diciembre de 2011

De la finitud

Recuerdo tiempos en que nada me daba miedo. Ahora veo el mar y temo. No sólo por su profundidad, sino por su fuerza e inmensidad. Aunque creo que el temor no es al mar, sino a mi propia finitud. Soy un ser finito. No estaré aquí para siempre. No soy inmortal. Soy frágil e infinitamente pequeña cuando comparada con el vasto océano. Bastaría una fuerte ola para que me desvaneciese; bastaría un abrazo suyo para desaparecer. Temo, entonces, pero no al mar, sino a mi propia mortalidad. Cuido vanamente mis instantes en la tierra y la osadía ha dejado de seducirme; cuido mi vida y mis amores. Los cuido y los abrazo porque ahora sé que al igual que yo son finitos. Curioso. Curioso saberlo hasta ahora. Curioso que para saberlo haya tenido que estar cerca de la muerte. Lo verdaderamente importante se hizo evidente, lo accesorio se tornó difuso y por lo tanto también claro. Lo que importa se cuenta con el corazón, aunque más bien las cuentas se pierden, los números de disuelven, las preocupaciones se diluyen. Lo importante se abraza, se puede abrazar, se puede amar, nos hace sonreír. Lo importante está siempre con nosotros, pero sólo a veces es tan claro como ahora. Espero que así permanezca. Espero recordarlo siempre.

No hay comentarios: