A unas
horas de que Peña Nieto tome protesta como nuevo presidente del país, los
comentarios, las marchas y las inconformidades apuntan a una realidad
imaginaria, a que Peña no será presidente, a que no será su presidente. Nada
más peligroso. La realidad es que tomará posesión aún cuando el país al unísono
gritara que no lo hiciera, y lo hará porque el Tribunal Electoral ya calificó
la elección de 2012. Nos guste o no, Peña Nieto asumirá el cargo porque tuvo un
cantidad mayor de votos y comenzará a trabajar.
Sí, es
cierto, a pesar de que Peña Nieto obtuvo 19 millones 158 mil 592 votos,
que representan sólo el 24.11% de la Lista Nominal, que
fue de 79 millones 454 mil 802; y el 38.20% de la votación total
de la elección, que fue de 50 millones 143 mil 616, en nuestro país no hay
todavía un mecanismo, como la segunda vuelta, que otorgue a la ciudadanía una
mayor cercanía con quién es elegido Presidente del país. Las cifras anteriores
indican, al menos superfluamente, que 30 millones 985 mil 024 ciudadanos
NO votaron por él y esa es una realidad que tendrán que atender como nuevo
gobierno.
La
indignación es un ingrediente que puede transformar el mundo, pero sólo cuando
no está acompañada de apatía, indiferencia e inmovilidad. Lo que nos toca a nosotros
es lo relevante. ¿Qué haremos en estos seis años? ¿Quejarnos y criticar cada
paso que dé o dar seguimiento, proponer, organizarnos y exigir que se nos
rindan cuentas? La respuesta está en nosotros y la actitud que tomemos será
determinante en este sexenio y en las elecciones que vienen, tanto en las
locales como en las próximas Presidenciales. Por lo pronto hay cuatro tareas
pendientes, la segunda vuelta, la compra y coacción del voto, la regulación de
las encuestas y el fomento temprano de la educación cívica y política de los
ciudadanos. ¿Qué vamos a hacer al respecto? ¿Dejaremos estos temas en el cajón
y volverá la indignación en tres y seis años, respectivamente? ¿Qué proponemos?
Si
negamos la realidad, desapareceremos del mapa político y la toma de decisiones,
si la asumimos y tomamos cartas en el asunto para transformarla estaremos
presentes y seremos agentes de cambio. No seamos críticos de clóset, asumamos
nuestro rol de ciudadanos y comencemos este nuevo sexenio con ojos atentos y
con la mente dispuesta. Negar a un presidente y esperar a que llegue otro que
nos satisfaga puede dejarnos perpetuamente en un limbo. Dejemos de ser
víctimas.