SOBRE EL AUTOR

jueves, 19 de mayo de 2011

Naná Kulbel


Mi carrera basquetbolística duró poco, sólo dos partidos; dos honrosas y alegres victorias, mismas que se vieron aplastadas con la torcedura de mi tobillo la tarde de ayer... Ni hablar, las canchas huastecas tendrán que esperar un tiempo hasta que pueda regresar. Mientras tanto, mis queridas compañeras de Barrancón tendrán que enfrentar a las aguerridas Agualojenses en el partido de mañana sin su recién adquirida defensa. Por cierto, el incidente fue realmente digno de recordar, ya que después del azotón, mis preocupadas compañeras y yo nos enfilamos al Ojox en nuestra poderosa camioneta a la casa de un conocido huesero. La travesía concluyó con llanto y dolor, pero también con un corazón profundamente agradecido por la nueva familia que ahora tengo. No hay como vivir así, acompañada por personas valiosas que con su amor hacen de nuestra vida algo hermoso y agradable. Gracias a la Comadre, a Moni, a la señora Anastasia, a Liz, a Diana, a Flor, a la nena, a nuestro querido árbitro Benigno, a Alejo y a Nico. El saldo hasta ahora es un tobillo muy inflamado y una relación de amistad cada vez más fortalecida. Naná Kulbel.

lunes, 2 de mayo de 2011

¿QUIÉN HACE TURISMO EN MÉXICO?

Una de mis prioridades cuando supe que vendría a San Luis Potosí fue comprar un libro y un par de mapas. Uno de ellos lo tengo pegado a un lado de mi cama y el otro en el escritorio donde trabajo. Antes de llegar sabía muy bien cuáles eran los lugares que quería visitar durante mi estancia en el estado y tenía ya un posible itinerario. Naturalmente platiqué con mis compañeros y les conté algunos de los planes que tenía. Cuando les pregunté si ellos conocían esos lugares, me dijeron que no. Francamente la respuesta no me sorprendió, porque es común que las personas que van de visita terminen conociendo más lugares que los propios habitantes, pero intuía que esta falta de conocimiento estaba más ligada a la parte económica que a una decisión de no querer hacerlo.

LA RAZÓN ES ECONÓMICA

Ver lo ordinario como extraordinario. Esto es lo que suele ocurrirle a los viajeros cuando salen de sus lugares de residencia. Se maravillan con las curiosidades que se encuentran, se fascinan con las situaciones extrañas, se sienten contentos de atravesar momentos insólitos. La realidad, empero, es que eso que ellos ven como extraordinario, es la cotidianeidad de los pobladores de esos destinos a los que ellos viajan. Así, si uno viene de visita a la Huasteca y paga 37 pesos a un autobús por recorrer poco menos de treinta kilómetros dentro de un mismo estado no se sorprende mucho. La razón principal está relacionada con la fugacidad de la visita, la alegría de lo desconocido y la holgura de los bolsillos (me queda claro que esto último no siempre es cierto, pero una buena parte de las veces sí), pero cuando uno piensa como local, la situación cambia.

Pensemos como el común de los huastecos del sureste. Aquí viven hombres, mujeres y jóvenes que viven en localidades remotas, que tienen comúnmente ingresos familiares de 80 pesos diarios (y noten que dije familiares no personales) y que trabajan en promedio tres días a la semana.

Ahora bien, pensemos en una excursión dominical a Xilitla, que son aproximadamente 40 kilómetros. Para poder hacer ese pequeño recorrido se necesita lo siguiente:

Como habrán podido notar entonces, ir de paseo un día del fin de semana implica, por persona, $108 en gastos de transporte. Si incluimos la entrada al atractivo turístico más importante, el monto asciende a $133. Y eso pensando que no se toma agua y que no se come nada.

La primera conclusión de esta reflexión es obvia. Las personas del sureste de la Huasteca no conocen la Huasteca porque no pueden pagar los costos relacionados con ese disfrute. Es evidente que en la vida hay prioridades y si uno tiene que decidir entre comer y vestirse y viajar por placer, elegirá la primera.

La segunda conclusión es que hace falta un análisis serio de las condiciones geográficas de la Huasteca encaminadas a la creación de una política efectiva de transporte público que se adecúe a las necesidades de su población, que al menos aquí es preponderantemente rural.

La movilidad, bajo estas circunstancias, se restringe por razones obvias y por eso es común ver a personas de muy escasos recursos caminando al margen de las carreteras, muchas veces cargados con leña, el mandado y con niños rumbo a su destino. Y todo esto, debajo de un sol que en estas temporadas alcanza comúnmente los 35 o 40 grados.

Definitivamente, en estos momentos la política de transporte es deficiente, favorece la desigualdad y empobrece, como veremos en un próximo post, a los que de por sí tienen muy pocos recursos económicos.

XILITLA



EL JARDÍN DE EDWARD JAMES

Este recorrido ha despertado profundamente mis sentidos. Al iniciar el ascenso por las estrechas veredas repletas de escaleras mi corazón latía fuertemente. Me sentía expectante, alerta, incluso, porque no decirlo, algo temerosa. Más de diez telarañas me abrazaron en el camino. Fue realmente emocionante. Varios caminos los dejé inconclusos, muchos de ellos porque me excusaba pensando que los recorrería con alguien más. Comencé a bajar. Mientras lo hacía, la luz aumentaba y mi ritmo cardiaco se normalizaba.

LA ESCALERA DEL VÉRTIGO

Nunca había sentido tanto vértigo como cuando subí esta escalera. Creo que ni siquiera lo había experimentado antes. Fue impresionante. Otra vez mi corazón palpitaba fuertemente. Mientras bajaba, me sentí vivamente en un cuadro de Remedios Varo. Este hombre tenía una visión y supo plasmarla, supo transmitirla; logró hacerme vivir en esos cuadros laberínticos que tantas veces me han maravillado. Puedo imaginarlo perfectamente caminando, imaginando y creando en este selvático lugar. Realmente es un sueño. ¡Ay, cómo quisiera poder nadar en esas pozas llenas de magia!

Nota para Oswaldo, Emiliano, Héctor y Anita: Desde el momento en que comencé el recorrido del jardín pensé en ustedes. Sin duda, este hombre fue un verdadero sibarita.

EL FINAL DE UN PRIMER DÍA DE TRABAJO

Después de una primera tarde de trabajo en la localidad de Pokchich, que consistió en una asamblea con las promotoras, que buscaba incentivar la recolección de botellas plásticas para donarlas a una parroquia, emprendimos el regreso, pero antes debíamos pasar a casa de la Señora Minerva para recoger algunas de estas primeras tandas de botellas. Ella, su esposo Raymundo y su hija nos recibieron en una estancia al aire libre que tenía un bellísimo techo de bugambilias rosas. Platicamos un buen rato, comimos unas donas que nos vendió una niña llamada Cielo y al final me regalaron una enorme bolsa repleta de deliciosos tamarindos con los que hicimos una fresca agua al llegar. Sé que la generosidad de las personas de nuestro país es algo que todos conocemos, pero no por eso es algo que debe dejar de sorprendernos y maravillarnos.

EL TECHO DE BUGAMBILIAS

Gracias a tardes como éstas es que sé que amo a mi país como a ningún otro en el mundo. Me siento profundamente bendecida por la posibilidad de pasar dos meses aprendiendo de personas inteligentes, nobles y entregadas. Espero poder contribuir también.

NENEK, PALO DE ROSA, NENEK, NEGROS COLLARES…

Las frescas mañanas huastecas son casi siempre precedidas por varias calurosas horas que atavían a las bellas mujeres de collares de ébano. El carácter de la mujer huasteca es firme y sólo cuando están ya en confianza podrás ver sus hermosas y honestas sonrisas. La belleza en la Huasteca está siempre presente, en el verdor inexplicable después de siete meses de sequía, en los árboles rosas que resaltan entre la exuberante maleza, en las casas bellamente adornadas de palma, en los huapangos y en la personas, especialmente en los niños.

BIENVENIDA

Llegué a Ciudad Valles a las 7:30 de la mañana y ahí estaba ya Adriana esperándome. Adriana es la encargada de las actividades que se realizan en la Huasteca y es una mujer, como todas las que he tenido oportunidad de conocer, inteligente, entregada y profundamente conocedora de la realidad en esta parte del país. De Cd. Valles viajamos a Tanlajás y de Tanlajás a San Antonio, que es el municipio donde está el Centro de Operaciones de Fondo para la Paz y por dos meses, mi nuevo hogar. De mi primer día en San Luis Potosí, les transcribo algunas reflexiones.



TELECOMUNICACIONES Y SU RELACIÓN CON LA POBREZA EN MÉXICO

Hoy pasé dos horas haciendo algo que en el DF me toma cinco minutos o incluso menos. Una de las responsabilidades de Fondo para la paz es rendir informes a sus colaboradores sobre las actividades que se realizan en las comunidades, por lo que necesitábamos enviar a las oficinas de la Ciudad de México, fotografías que complementaran dichos informes. En el centro de operaciones, que está en el municipio de San Antonio, tenemos internet, pero éste es prodigy (sin el infinitum), lo que significa lentitud extrema e incapacidad para enviar o abrir archivos muy pesados. Esta característica, que parece tan simple tiene una repercusión en la vida cotidiana de las personas.

Para poder enviar las fotos por correo fuimos entonces a un cibercafé de Tanlajas (el municipio más próximo); las fotos no eran muchas, a lo sumo quince. Pues bueno, para mandar esas quince fotos estuvimos ahí dos horas, recorrimos doce kilómetros (contando la ida y el regreso) y gastamos cuarenta pesos por el uso del internet, sin incluir la gasolina, por supuesto. Esta acción, que para Adri es cotidiana, es alarmante, más aún si pensamos en las desventajas económicas, sociales y políticas derivadas de este atraso tecnológico. Una simple tarea se convierte en algo restrictivo, que sólo aquellos que dispongan de auto, tiempo, dinero y habilidades en el uso de este tipo de tecnologías podrán realizar.

¿Cuál debería de ser el papel del Estado frente a situaciones como estas? Porque debiera desempeñar un papel, ¿no es así? El analfabetismo en un futuro no muy lejano no consistirá sólo en no saber leer o escribir sino en no saber usar las tecnologías que en algunas partes del país y para ciertos sectores son cotidianas, como las computadoras, los artículos digitales, reproductores de música, etc., etc.

¿Qué se debe hacer para solventar esta desventaja en la que se encuentran tantas comunidades de nuestro país? ¿Qué se puede hacer para lograr que todas las regiones del país cuenten con las herramientas que ahora son tan necesarias? ¿Por qué no se discute ese rezago? ¿Por qué son los que peor acceso tienen, los que más pagan por estos servicios? ¿Qué está fallando? ¿Qué se puede hacer? ¿Qué nos toca hacer?

UN CAMINO INCIERTO

Mi viaje inició formalmente el martes 29 de marzo. Salí de la Ciudad de México rumbo a Ciudad Valles a las 10 de la noche. Me esperaba un viaje de nueve horas y media y lo que hice fue intentar dormir. Aquí les transcribo mis pensamientos de esa primera noche.

AMANECER HUASTECO

El primer amanecer huasteco lo pasé en el autobús rumbo a Ciudad Valles. Estaba muy cansada y me pasó lo que nunca: temía que me robaran la mochila en que llevaba mi computadora, la cámara y mi nueva lámpara de topo, incluso temía que me robaran mis tenis nuevos (que me había quitado para dormir). Temores tontos, lo sé, pero al fin temores. Dormí a medias y despertaba entre parada y parada hasta que hubo algo que me hizo descansar: un cambio de chofer. El primero no era malo, pero el segundo comenzó a escuchar música y lo hizo durante todo el trayecto, era música que hablaba de Dios. Me tranquilizó por completo. Ahí estaba yo, sentada en un autobús en la madrugada rumbo a un destino que me había elegido a mí. ¿Por qué la Huasteca y no Chiapas? ¿Por qué la Huasteca? Eso es algo que Dios me está ayudando a descifrar… y para ser franca, lo está haciendo rápidamente.

NO HAY CASUALIDADES

El segundo módulo del Programa de Formación de Liderazgos de Fundación Ethos consiste en vivir durante dos meses en una comunidad marginada en nuestro país. Este módulo fue una de las principales razones que me motivaron a participar. Primero, porque estoy convencida de que vivir fuera de la Ciudad de México es una oportunidad valiosa para quienes han radicado aqui por largos periodos de su vida y, segundo, porque quiero ser un servidor público con un conocimiento un poco más cercano y real de la situación de nuestro país. Creo que no es lo mismo ofrecer soluciones desde un escritorio, basándose sólo en estadísticas y números a hacerlo pensando en que éstas afectan a personas de carne y hueso que tienen familias, sueños y que viven en contextos específicos. 

Mi primera idea, que sigue estando latente, incluso ahora más que nunca, fue vivir en algún estado del norte del país, específicamente Chihuahua o Baja California, pero por razones obvias, lo acordado por la Fundación y por mi fue que estar allá representaría un riesgo y que por lo tanto lo mejor era buscar otra opción. Esa segunda opción fue Chiapas, en la que trabajaría con un Patronato que se especializa en cuestiones educativas (la historia misma de ese patronato es algo digno de contar, pero para no extenderme demasiado lo haré en otra ocasión). La idea de Chiapas llenaba de alegría mi corazón porque me imaginaba perfectamente trabajando y aprendiendo de ellos y viviendo durante dos meses en un estado que me parece absolutamente maravilloso. Todo era perfecto, se habían hecho ya las gestiones necesarias y sólo faltaba acordar la fecha en que viajaría. Me sentía tranquila, los coordinadores también y mis compañeros se alegraban de que ya estuviera todo listo. Sin embargo, una semana y media antes, nos mandaron un correo diciendo que no era lo más conveniente ni seguro viajar en este momento debido a ciertos eventos que ponían en peligro a todo aquel que no fuera de la comunidad.

¿Qué podría haber ocurrido? Había dejado de ir al norte por la inseguridad y ahora también una comunidad en Chiapas dejaba de ser segura. ¿En verdad es mi país un país libre? ¿Puede considerarse libre cuando el tránsito y la vivienda en ciertos lugares nos está ya restringido? ¿Puede considerarse libre cuando tememos y evitamos cada vez más ciertos estados de la República?

Nada está dicho y eso lo confirmé una vez más, ni siquiera lo que parece más certero. Después de este repentino cambio de planes, la opción que me dieron fue trabajar con una organización que se llama Fondo para la paz en la Huasteca Potosina. Mmmm… la Huasteca… sí, definitivamente es muy bella y los proyetos de Fondo parecen muy interesantes, pero no estaba segura debido a que uno de ellos, que parecía ser el principal, ya lo conocía e incluso algunas personas de mi familia lo habían implementado. Después de pensarlo y platicarlo con mi familia me di cuenta de que ese pequeño detalle de conocer "uno" de los proyectos no era razón suficiente para no ver esta oportunidad como algo extraordinario, así que al día siguiente (porque todo esto tenía que definirse lo más pronto posible) le escribí a los coordinadores y les dije que sí, que la Huasteca sería.