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lunes, 2 de mayo de 2011

¿QUIÉN HACE TURISMO EN MÉXICO?

Una de mis prioridades cuando supe que vendría a San Luis Potosí fue comprar un libro y un par de mapas. Uno de ellos lo tengo pegado a un lado de mi cama y el otro en el escritorio donde trabajo. Antes de llegar sabía muy bien cuáles eran los lugares que quería visitar durante mi estancia en el estado y tenía ya un posible itinerario. Naturalmente platiqué con mis compañeros y les conté algunos de los planes que tenía. Cuando les pregunté si ellos conocían esos lugares, me dijeron que no. Francamente la respuesta no me sorprendió, porque es común que las personas que van de visita terminen conociendo más lugares que los propios habitantes, pero intuía que esta falta de conocimiento estaba más ligada a la parte económica que a una decisión de no querer hacerlo.

LA RAZÓN ES ECONÓMICA

Ver lo ordinario como extraordinario. Esto es lo que suele ocurrirle a los viajeros cuando salen de sus lugares de residencia. Se maravillan con las curiosidades que se encuentran, se fascinan con las situaciones extrañas, se sienten contentos de atravesar momentos insólitos. La realidad, empero, es que eso que ellos ven como extraordinario, es la cotidianeidad de los pobladores de esos destinos a los que ellos viajan. Así, si uno viene de visita a la Huasteca y paga 37 pesos a un autobús por recorrer poco menos de treinta kilómetros dentro de un mismo estado no se sorprende mucho. La razón principal está relacionada con la fugacidad de la visita, la alegría de lo desconocido y la holgura de los bolsillos (me queda claro que esto último no siempre es cierto, pero una buena parte de las veces sí), pero cuando uno piensa como local, la situación cambia.

Pensemos como el común de los huastecos del sureste. Aquí viven hombres, mujeres y jóvenes que viven en localidades remotas, que tienen comúnmente ingresos familiares de 80 pesos diarios (y noten que dije familiares no personales) y que trabajan en promedio tres días a la semana.

Ahora bien, pensemos en una excursión dominical a Xilitla, que son aproximadamente 40 kilómetros. Para poder hacer ese pequeño recorrido se necesita lo siguiente:

Como habrán podido notar entonces, ir de paseo un día del fin de semana implica, por persona, $108 en gastos de transporte. Si incluimos la entrada al atractivo turístico más importante, el monto asciende a $133. Y eso pensando que no se toma agua y que no se come nada.

La primera conclusión de esta reflexión es obvia. Las personas del sureste de la Huasteca no conocen la Huasteca porque no pueden pagar los costos relacionados con ese disfrute. Es evidente que en la vida hay prioridades y si uno tiene que decidir entre comer y vestirse y viajar por placer, elegirá la primera.

La segunda conclusión es que hace falta un análisis serio de las condiciones geográficas de la Huasteca encaminadas a la creación de una política efectiva de transporte público que se adecúe a las necesidades de su población, que al menos aquí es preponderantemente rural.

La movilidad, bajo estas circunstancias, se restringe por razones obvias y por eso es común ver a personas de muy escasos recursos caminando al margen de las carreteras, muchas veces cargados con leña, el mandado y con niños rumbo a su destino. Y todo esto, debajo de un sol que en estas temporadas alcanza comúnmente los 35 o 40 grados.

Definitivamente, en estos momentos la política de transporte es deficiente, favorece la desigualdad y empobrece, como veremos en un próximo post, a los que de por sí tienen muy pocos recursos económicos.

1 comentario:

Pau dijo...

Me gustaría conocer México y sus destinos más famosos, que me recomiendan? saludos.
Pau - Paquete Todo Incluido a Ixtapa.